Por supuesto, nadie en su sano juicio podr� arg�ir que la situaci�n que vive Costa Rica se pueda comparar con la que vivi� en la d�cada de 1940. Y no porque la corrupci�n de nuestros d�as no se parezca mucho a la de entonces, sino porque en aquel entonces los beneficiarios de la corrupci�n, conocidos popularmente como �brigadas de cheque� gemelas de las de choque organizadas por el comunismo, recurrieron al fraude electoral en grande, m�s tarde a la violencia y finalmente al asesinato para mantenerse en el gobierno contra la voluntad de la mayor�a.
Ahora no estamos padeciendo nada que se acerque a aquello, porque la revoluci�n del 48 y la Segunda Rep�blica acabaron con los fraudes y con la violencia. Pero los beneficiarios de la era corrompida que estamos padeciendo, se mueven a lo grande para mantener sus canonj�as. Hay que ver lo que est�n gastando en propaganda, sumas no recuperables por concepto de deuda pol�tica, que no se sabe si quienes las aportan las consideran una contribuci�n o una inversi�n recuperable.
Pero ese no es mi tema. De donde estoy arrancando para escribir es de la convicci�n que tengo de que un creciente n�mero de costarricenses se aburri� del relaj�n pol�tico-empresarial-clientelista en que vivimos y est� gritando �Basta� hace rato. Las elecciones del 2002 fueron claras, para todo el que quiso entenderlas. Y el declive de los dos partidos tradicionales (que van dejando precipitadamente de ser dos para ser uno solo, visible).
La sublevaci�n contra el estado de cosas comenz� hace cuatro a�os, con la fundaci�n del Partido Acci�n Ciudadana por gente descontenta con la corrupci�n del PUSC y las claudicaciones y alcahueter�a del PLN. Los resultados del 2002 fueron claros, y el PAC sigui� adelante, con los defectos, obst�culos y problemas que son naturales e inevitables, pero adelante. Eligi� una fracci�n de 14 diputados y una crisis interna la disminuy� a ocho, entre los cuales figuran, hombres y mujeres, los que la opini�n nacional se�ala como los mejores de la actual Asamblea Legislativa.
La crisis espantosa del PUSC, de la cual no puede escaparse el que ha sido su cuate, o sea Liberaci�n, ha creado entre los ciudadanos el deseo creciente de darle al pa�s un nuevo rumbo. Y entre los pol�ticos de segundo, tercero y cuarto orden, un alborotamiento que tiene el pa�s inundado de minipartiditos unipersonales cuyo �nico destino parece ser el de dividir a la oposici�n, elegir entre todos unos cuatro diputados, y mantener en el gobierno a la corrompida fauna que nos ha tenido ahogados por dos d�cadas.
Lo l�gico, lo patri�tico habr�a sido, o podr�a ser, unirse al m�s fuerte, y dejar para febrero o para mayo la discusi�n y la divisi�n. Una vez que los mercaderes hayan sido expulsados del templo, que surjan los partidos que el pa�s necesita para una democracia funcionante, y que no ser�n en todo, caso, partiditos de familia como los que estamos viendo ahora, y que a los mercaderes les interesa fomentarlos, prestarles gente para distritales y, si es del caso, financiarlos.
El llamado a la uni�n lo viene haciendo el Partido (y ahora el candidato) que aparece como m�s fuerte dentro de la oposici�n al r�gimen. Yo espero que los ciudadanos entiendan bien la situaci�n, la necesidad de enfilar el pa�s hacia arriba, de sacar del gobierno a los vividores, para despu�s, si quieren, pelear como pelearon Ulate y Figueres despu�s del 48.
(La Rep�blica)
Alberto F. Cañas | 27 de Julio 2005
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